Me asustaste
Hace como dos meses, fui a la emergencia por mareos (sí, eso se clasifica como urgencia), así que esperaba unos remedios y a casita.
Esperé un montón, me atendieron, y me dieron la excelente noticia de que debía quedarme hospitalizada.
Yupi.
La cosa es que, uno de esos días, ya en el cuarto, estaba sola conversando conmigo misma.
Reflexionando sobre la vida y sus altibajos.
En el cargador que no me llevé porque pensé que sería rápido.
O en la comida, que era taaaaaaan poquita, que contaba las horas para la siguiente.
Hasta que de repente llegué a una conclusión:
«ACÁ EN ESTA CAMA DONDE ESTOY, SEGURO SE HAN MUERTO VARIOS.»
O sea, me imaginé eso y me pareció loquísimo.
«¿Cuántos se habrán muerto en esta cama?»
En las películas o series vemos que las personas se mueren en intervenciones o ya en la habitación.
Bueno, ahí estaba yo, pensando que en algún momento alguien había fallecido ahí.
Me pareció loquísimo.
Ya anochecía.
Y en medio de mi conversación intrapersonal, no tenía televisión encendida, el teléfono se me había descargado, y la luz me quedaba lejos como para pararme con el perol de los remedios, además de que debía estar quietecita porque donde tenía la vía me dolía, y si me movía, pues más.
Entonces estaba oscuro. Sin luz natural, luz artificial, ni pantallas.
Justo en ese momento, en medio de la reflexión, se abre la puerta y veo un túnel de luz…
No, bromita.
Se abre la puerta y no volteo.
Sigo mirando al frente, pensando en qué vendrán a hacer: limpiar, traer comida, poner más remedios, hacer preguntas, qué sé yo.
Sigo quieta.
Pero luego volteo. Es una enfermera. No me ve.
No termina de abrir la puerta, no dice nada, no enciende la luz, y yo tampoco hago nada.
Pienso que tal vez se equivocó o cree que estoy dormida y me dejará «dormir».
Pasan unos segundos.
Nadie dice ni hace nada.
Finalmente, enciende la luz, como con miedo.
Me ve despierta.
Suspira.
Y exclama:
«¡ME ASUSTASTE!»
Nos reímos.
La enfermera pensaba que estaba muerta.
¿Ves?
Yo sabía que ahí se había muerto alguien.
Ella pensaba que yo era una más.
Casi muero, pero de la risa…
Estaba quieta, no muerta.
Solo reflexionando sobre la vida.
Pero la enfermera necesitaba una prueba de que seguía ahí.
A veces nos sentimos «congelados», como si nada pasara.
Pero por dentro, estamos cambiando, procesando, creciendo.
El problema es que solemos juzgar la vida por el movimiento exterior o las pruebas exteriores
Claro, es lo que vemos.
Pero no.
La vida también ocurre en la quietud.
Al crear y al vivir, hay momentos de mucha acción y momentos de mucha espera. Ambos son parte del proceso.
Viva Adriana 🙂