Fábricas de educación
Hemos avanzado como sociedad gracias a nuestra capacidad de compartir conocimiento.
Nuestros antepasados descubrieron el fuego, y mientras se calentaban o cocinaban su comida, se reunían alrededor de la hoguera. En esas reuniones intercambiaban historias de otras tribus, experiencias y trucos de supervivencia.
Tales charlas alrededor de las llamas nos ayudaron a avanzar como especie.
Pero, ¿quién inventó realmente la escuela?
En tiempos antiguos, los egipcios, persas y las culturas prehispánicas tenían a sacerdotes que enseñaban astronomía y matemáticas, mezcladas con religión y unas cuantas normas de vida, pero solo para unos pocos.
En la antigua Grecia, el tiempo libre se dedicaba a aprender. De hecho, la palabra skholè (de donde deriva ‘escuela’) significaba “ocio” o “tiempo libre”. En esa época, Platón enseñaba mientras paseaba por jardines, y Aristóteles hacía lo mismo. Lo chévere: no había horarios ni boletines de notas al final del periodo.
Las cosas se formalizaron en la Edad Media, cuando la educación cayó en manos de la Iglesia. Los plebeyos aprendían en los templos y los nobles en los monasterios. Hasta que llegó Federico el Grande con el modelo de la Escuela Prusiana en el siglo XVIII: la primera educación obligatoria, con niveles, grados y normas.
Ese sistema educativo del siglo XVIII es la base del que tenemos hoy en gran parte del mundo…
Para el siglo XIX la Compañía Lancasteriana fue pionera en crear “fábricas de educación” con estudiantes avanzados como “monitores” y un profesor general que dirigía desde una plataforma elevada.
Todo esto fue hace varios siglos, pero… ¿Te has puesto a pensar hacia dónde va la educación?
Aunque no sabemos cómo ni cuándo evolucionará, sabemos que la tecnología ha puesto el conocimiento en nuestras manos. No necesitamos tener cierta clase social, o ser exclusivamente hombres, caminar junto a Platón o esperar que un monitor nos enseñe.
Me recuerda el principio: compartir el conocimiento entre “tribus”. Hoy gracias a creadores que elaboran productos de información, tenemos el conocimiento al alcance de nuestra mano, de forma accesible y global. Amo cuando veo por ahí la frase “El solo hecho de tener internet te hace afortunado”, porque es verdad, somos afortunados.
Y lo mejor es que cada experiencia educativa puede perdurar en el tiempo, a diferencia de las enseñanzas que se perdieron de muchos filósofos, inventores y maestros antiguos como Platón.
Hoy ya no nos reunimos en torno a una hoguera, pero seguimos encontrando formas de transmitir lo que sabemos.
Disfruto vernos como los que no esperaron a que el sistema cambiara, sino como quienes eligieron llevar la educación más lejos que nunca, aprovechando cada recurso a su alcance.
La pregunta es: ¿Qué papel juegas tú en esta evolución?
Adriana Skholè 🙂